martes, 28 de abril de 2020

Para Michael Robinson.

No sé con cuántos años empecé a escucharte narrar los partidos de fútbol, no sé cual fue el primer partido en el que escuché tu voz sobreponerse al ruido del encuentro. Lo que si sé, es que ahora tengo veinticuatro años y has formado parte de mi vida durante todo este tiempo. Cada sábado de Liga, allí estabas tú para ponerle la guinda a la atmósfera que creabas junto a Carlos Martinez y Maldini. Y lo mismo en los días de Champions, cuando más nervioso estaba, escuchar tus análisis en el prepartido me calmaba. Y lo mismo al postpartido, mientras los demás se iban, yo me quedaba, hasta que terminases de hablar, porque me gustaba escucharte.

Tengo los mejores recuerdos de este deporte junto a ti, querido Michael, siempre que podía veía un partido contigo en los micrófonos, porque tú hacías especiales los partidos, con ese característico acento inglés que tan gracioso nos resultaba. "No sabe hablar español, Michael Robinson es un tipo que lleva en España treinta años y aún no sabe hablar español bien". Era una de las frases que más escuchaba cuando ponía los partidos contigo. Pero tú, Michael, no estabas sólo en los partidos, también estabas en el día después, trayéndonos las mejores anécdotas de la jornada. También estabas en Informe Robinson, cuando cumpliste diez años con ese programa, nos dijiste en aquel frío noviembre de dos mil diecisiete "diez años dan para mucho", y que razón tenías.

Me encantaba sentarme a escucharte hablar de fútbol, porque me enseñaste que el fútbol, el de verdad, va más allá de los colores. Que uno puede estar enamorado del club de su vida hasta las trancas, pero que para disfrutarlo, hay que abrir la ventana y aprender a disfrutar del fútbol sin colores. Y allí fue, en la ventana en la cadena SER, dónde nos dijiste lo que nunca queríamos oir; tenías cáncer, un melanoma. Hasta tú mismo dijiste que era cómo una pesadilla, cómo un mal sueño. Aún así, jugabas este partido con Messi, así llamabas al médico que te trataba el cáncer, y luchaste hasta el minuto 90 peleando por cada balón dividido para ganar este partido. Al final, no lo lograste.

Cuando supiste que tenías cáncer, nos pediste, cómo siempre, con esa educación tan perfecta que te distinguía, que no usásemos esa palabra para menospreciar a alguien. E incluso en ese momento volviste a hacer uso de tu fina ironía; "es algo paradójico, Michael Robinson les está diciendo cómo deben de hablar". Y tenías razón, tenemos que tener mucho cuidado en el uso que hacemos de ciertas palabras.

Hoy tu voz se apaga y nunca más nos iluminará tu sonrisa el camino. Porque así eras tú Michael, un tipo feliz, que siempre le devolvía una sonrisa a la vida. Y si no eras así, a mí al menos, me transmitías esa sensación. Porque para mí siempre fuiste un ejemplo en la forma de hacer las cosas, para mí eras un ejemplo a seguir.

Ni soy capaz de pensar ni quiero imaginar por un segundo cómo será vivir el fútbol sin ti, porque nada será igual. Eras de lo mejor que tenía este país para contar lo que pasaba en el campo. Otros vendrán, pero los que crecimos contigo, sabemos que nada será igual.

Al escribir estas palabras de despedida me creo mejor escritor de lo que realmente soy, me creo Garrincha, pero sólo soy Ter Stegen acorralado en mi área haciendo un mal dribbling al atacante rival. Siempre serás eterno, nunca caminaste sólo, y tú lo sabías. Espero que te hayas ido con al menos la mitad de la paz y la calma que transmitías cada vez que estabas en el micrófono. Muchísimas gracias por hacerme amar este deporte y por hacerme disfrutar con cada partido que narraste.